No sabemos si contra todo pronóstico o no, el señor Barack Hussein Obama ha ganado las elecciones en EEUU, es decir, en la potencia militar más poderosa del mundo, en la cárcel más grande del mundo (más de dos millones de personas están encarceladas en EEUU) y el segundo país que más gases de efecto invernadero emite a la atmósfera (el primero es China, aunque lo cierto es que tiene 900 millones de habitantes más que EEUU). No nos gustaría estar en el pellejo de este señor de mirada simpática, la verdad.
Uno de los temas clave en la futura política estadounidense será el nacimiento -o el aborto definitivo- de un compromiso en este país respecto al cambio climático. La postura de Obama en este campo es elevar la producción de energías renovables, subvencionar los coches híbridos, promover la eficiencia energética y reducir en un 80% las emisiones de CO2 para el 2050 (largo me lo fiáis, añadimos). Paralela y paradójicamente, Obama no se olvida de añadir a su programa medidas para que no cese el flujo de petróleo (y no depender del oro negro importado) como la construcción de un oleoducto en Alaska o liberar petróleo de la reserva especial para abaratar los precios de los combustibles.
Qué país.
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