martes, 15 de marzo de 2011

Fukushima, Chernóbil, Harrisburg


Que no decidamos estas cosas en caliente, dice Marcelino Iglesias. Bueno, pues decidamos en frío; en el año 2000, quince años después del desastre de Chernóbil, los valores de radiactividad presentes en las especies cinegéticas de la zona hacen que su carne sea auténtico veneno para quien la consuma (la carne de corzo presentaba valores de más de 7000 bequerelios de cesio-137, cuando el umbral de consumo parece estar entre 500 y 200 Bq). Según un informe realizado en 2006 de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (AIMPGN), entre 50.000 y 100.000 liquidadores han muerto como consecuencia del accidente de Chernóbil, y entre 540.000 y 900.000 habrían quedado inválidos; cerca de 10.000 niños en Europa pueden haber nacido con malformaciones derivadas de la precipitación nuclear (y estaríamos hablando sólo de las primeras generaciones de recién nacidos desde el accidente); sólo en Bielorrusia, 10.000 personas han padecido cáncer de tiroides desde la catástrofe y la OMS estima que sólo en la región de Gómel, 50.000 niños padecerán este tipo de cáncer a lo largo de su vida.

Decidamos en frío, pues.