viernes, 6 de julio de 2007

La pesadilla que puedes encontrar en el Mercadona


En el Mercadona de mi calle se vende a unos 6 euros el kilo unos filetes de pescado blanco denominado “perca” en cuyo reglamentario etiquetado se puede leer “origen: Lago Victoria”. Parecen unos inocentes trozos de alimento saludable entre un mostrador repleto de merluzas chilenas, sardinas almerienses y mejillones gallegos. Pero su venta no es inocente. A estas alturas del siglo XXI ser un consumidor ordinario, del montón, es ser copartícipe de un desastre extraordinario. Y es que el avión que vino de África con su carga de perca del Lago Victoria para nuestro Mercadona y nuestro Corte Inglés antes transportó en sus bodegas armamento fabricado en Europa para que los niños africanos se conviertan en niños soldado. Y es que esa carne blanca y algo insípida que a nosotras nos sale tan barata sale extremadamente cara a las mujeres, niños y hombres que habitan en las orillas del Lago Victoria.

Hoy hemos visto La pesadilla de Darwin (Hubert Sauper, 2004) y nos hemos quedado de piedra.

Hasta mediados del siglo XX, los pueblos que habitaban alrededor del gigantesco lago Victoria (diversas etnias y tribus pertenecientes a Tanzania, Uganda y Kenia) vivían de la explotación sostenible de los recursos pesqueros del lago, compuestos por más de 300 especies diferentes de peces. Los pescadores eran habitualmente propietarios de sus canoas y artes de pesca y vendían su producto a pequeños procesadores y comerciantes, mujeres por lo general. Los consejos locales se encargaban de vigilar las vedas, limitar el número de pescadores y conservar las prácticas de pesca tradicionales.

En algún momento de los años 50 del siglo pasado alguien, se dice que un funcionario colonial, introduce en el lago ejemplares de perca del Nilo. En los primeros 80 la población de perca alcanza un número espectacular a costa de la extinción -la perca es un voraz depredador- de dos tercios de las especies autóctonas del lago

La abundancia de la perca atrajo a inversores externos, tanto nacionales (inversores de la capital, funcionarios o empresarios de otros ámbitos) como extranjeros (europeos, israelíes y asiáticos) que, financiados por instituciones como el Banco Mundial y apoyados por agencias de desarrollo del primer mundo, descubren una magnífica oportunidad de negocio basada en la exportación de filetes de pescado a países con mayor poder adquisitivo. De esta manera, la mayor parte de los beneficios económicos que comportó el paso de un comercio local a una industria exportadora fue a parar a manos extranjeras. Este hecho ha provocado que gran parte de la población que gozaba de soberanía sobre su producción y sobre los medios de obtenerla se ha convertido en una mano de obra barata cuyo trabajo depende de las fluctuaciones internacionales del precio del pescado. Así, por cada puesto de trabajo que se crea en la moderna industria del pescado financiada por los países del Norte se pierden entre 6 y 8 en el sector tradicional.

Todo este proceso ha conllevado enormes cambios sociales, sobre todo entre las mujeres, que han perdido su forma tradicional de ganarse la vida (comercio, ahumado y secado de pescado) y se han visto abocadas, en no pocos casos, y como bien refleja La pesadilla de Darwin, a la prostitución. La prostitución ha facilitado la expansión del VIH y con él la muerte de decenas de miles de madres y padres jóvenes que dejan a orillas del lago a miles de niños sin hogar. Estos niños se alimentan de restos pútridos de pescado y alivian su abandono esnifando cola que obtienen derritiendo el poliuretano de las cajas de pescado.

La pérdida de soberanía sobre los recursos ha propiciado igualmente la aparición de hambrunas periódicas y de un incremento en el índice de la malnutrición proteica, que afecta al 60% de las comunidades de pescadores. Mientras 2 millones de blancos comen diariamente perca del Nilo, las comunidades que pescan esta especie no pueden alimentarse de ella y, en los últimos años, cada vez tienen más difícil recurrir incluso de los restos (cabezas y raspas, que se fríen y se venden en los mercados locales) desechados por las fábricas de procesamiento, debido a que últimamente se utiliza esta “materia prima” para producir harinas.

La desaparición de las especies de peces autóctonas ha propiciado, en un periodo asombrosamente corto de tiempo, un deterioro casi irreversible del ecosistema lacustre. Los peces del Lago Victoria, cíclidos en su mayoría, se alimentaban de algas que, al desaparecer sus controladores naturales, se han multiplicado produciendo procesos de eutrofización que acaban con el oxígeno del agua, dejando sin vida amplias zonas del lago. Otros problemas asociados directa o indirectamente a la industria de la pesca han sido la contaminación del agua, la deforestación y, paradójicamente la disminución de la población de perca, debido a su sobreexplotación. Estudios realizado en el lago muestran que mientras que a finales de los 60 se obtenía por término medio unos 514 Kg. de pescado por hora (el 83%, cíclidos), con la misma técnica se extraen actualmente 195 Kg., la gran mayoría perca, y con un 70% (en volumen) de inmaduros.

Sigamos poniendo vallas en África y comprando patrulleras para controlar el Fantasma del Cayuco. Sigamos señalando hipócritamente a las “mafias” de inmigrantes. Sigamos comprando pescado, coltán, oro y mano de obra sumisa a cambio de armas. Es así, y lo sabemos bien, como se hace el dinero.


Para más información sobre la situación en el Lago Victoria:
http://www.debtwatch.org/documents/enprofunditat/Deute_ecologic/percacastella.pdf

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola estoy indignado con mercadona porque yo también lo he visto y estoy muy enfadado.me gustaría escribirles y exigirles que retiren ese producto de sus pescaderías,pero no se si me harán caso.
No sé que hacer pero me gustaría realizar una campaña nacional para que la gente no fuera a comprar al mercadona por la venta de este producto.No se me gustaría intercambiar ideas.
escribirme a ivan_martin_69@hotmail.com