viernes, 14 de diciembre de 2007

Erosión


El otro día estuvimos en un cerro entre Altura y Segorbe, en una zona conocida como Cabrera. Por allí cerca está uno de los olivos más añosos del País Valenciano, la Morruda, y los límites del Parque Natural de la Sierra Calderona no andan muy lejos.


Como comentábamos hace ya algún tiempo, la información sobre los temas medioambientales sufre los vaivenes de las modas como cualquier asunto humano - y lo que concierne al medio ambiente es terriblemente humano, pese a lo que pudiera parecer- y a veces una se da cuenta de que hace bastante tiempo que no se mencionan temas que, en su día, estaban en boca de todo el mundo.


La erosión es uno de esos sujetos informativos que, asociado a la desertificación, preocupaba muchísimo en los ochenta y los noventa, como el agujero en la capa de ozono o la destrucción de la Amazonía. Hoy en día, sin embargo,son el cambio climático y el lince ibérico los que aparecen casi cada semana en los medios. A nosotras nos da igual de qué se hable mientras se hable de algo, que han sido muchos años de ostracismo mediático y mola que ahora los redactores se rompan los cuernos con el Al Gore y Bali.


El cerro que comentábamos, y que aparece en la foto, presenta un montón de suelo desnudo (las plantas sólo cubren un 25%) y de hecho, apenas pueden arraigar vegetales en él. Las pocas plantitas que áun acoge nos relatan que lo que hubo allí, hace unas décadas, tal vez un siglo, era un encinar, con sus bellotas y sus arrendajos. El carboneo, las políticas de reforestación del antiguo ICONA -que descuajaba encinas para poner pinos-, los incendios de la década de los noventa del siglo pasado y las contínuas agresiones cotidianas, como la instalación de flamantes líneas de alta tensión, han propiciado que este paraje haya perdido toneladas y toneladas de suelo, dejando al descubierto la dura roca en la que, por mucho que te empeñes, no arraiga nada.


Por lo general, se tiende a "echar la culpa" de la erosión a los factores climáticos, como las lluvias torrenciales, pero aunque los meteoros malignos sean los que efectivamente arrastren el suelo hacia los barrancos y el mar, si el ser humano no se dedicara a desproteger ese suelo, sustituyéndolo por cemento o asfalto, haciendo canteras para elaborar clínker o bien arrebatándole la cobertura vegetal que lo ampara, las lluvias y los vientos tendrían mucho menos trabajo.


¿Hasta que punto se considera el ser humano en el País Valenciano como un agente erosivo? Las obreras y los obreros de la Cementera, tendenciosos repartidos por toda la geografía de estas bonitas tierras, iran dando su opinión sobre el tema en este hermoso blog. No se pierdan las próximas ediciones.

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